Al final, lo último que queda
es la rabia.
Al final, el odio domina,
la opresión destruye
y seguimos impasibles,
comiéndonos la sangre por dentro.
Y seguimos
sin pausa,
hasta que le podemos echar la culpa a otros
de lo sembrado,
hasta que las guerras se ven como soluciones
y nos persigue el hambre.
Y seguimos
hasta que el juego
pierde la opción de pause.
Un día perdemos también
la marcha atrás
y tenemos que jugar hasta acabar
con nosotros mismos.